El reto de auditar las cuentas anuales de 2020

Acabamos de dejar atrás el año 2020, marcado por la pandemia de la Covid – 19, que más allá de la crisis sanitaria ha supuesto el inicio de otra crisis financiera y económica, con consecuencias devastadoras para el tejido empresarial y productivo de nuestro país. Iniciamos el 2021 con nuevas esperanzas puestas en las vacunas anunciadas, pero la recuperación económica no se espera a corto plazo.

Bajo este contexto económico, los auditores tendremos que analizar y dar una opinión sobre la integridad y fiabilidad de la información financiera del cierre del ejercicio 2020 de nuestros clientes; y tendremos que prestar atención a los nuevos riesgos que nos vamos a encontrar respecto a otros ejercicios, puesto que la pandemia, en mayor o menor medida, habrá tenido impacto en cuestiones como la liquidez, financiación, operativa y organización de las entidades.

La auditoría de las cuentas anuales del ejercicio 2020 supondrá un reto en sí mismo para el auditor, fundamentalmente por tres aspectos que tendremos que tener muy presentes: el principio de empresa en funcionamiento, impactos en la contabilidad y la evaluación del control interno.

Uno de los principios básicos del Plan General Contable (PGC) es el principio de empresa en funcionamiento. Este principio se basa en que la gestión de la empresa continuará a lo largo de un periodo de tiempo indefinido, o más o menos largo, con un mínimo de 12 meses, lo que se conoce también como  negocio en marcha (“going concern”).

El cese temporal de la actividad de muchas empresas y la paralización de muchos negocios, en un escenario caracterizado por importante sequía de liquidez, obliga tanto a la dirección de las compañías como a los propios auditores a valorar la continuidad de capacidad de gestión de las mismas. Cuántas empresas van a ser capaces de sobrevivir y asegurar su viabilidad en el largo plazo, dependerá del sector al que pertenezcan y de su solidez financiera previa a la pandemia.

Aunque se puede considerar que la crisis sanitaria comenzó en nuestro país el primer trimestre de 2020, las cuentas anuales de 2019 ya se han visto afectadas en este sentido y muchas han tenido que incluir una estimación de los efectos que la pandemia ha podido provocar en la información financiera y la actividad de la empresa, en cumplimiento de lo dispuesto en la Norma de Registro y Valoración 23 del PGC sobre hechos posteriores al cierre. Casi un año después, la pandemia e incertidumbre siguen siendo una constante, por lo que para la formulación de cuentas anuales de 2020, seguirá estando muy presente la valoración del principio de empresa en funcionamiento.

El segundo aspecto que tendremos que tener muy presente en la auditoría del ejercicio 2020 es el impacto, también generalizado para muchas empresas, en relación a efectos puramente contables como la valoración de existencias, provisión de insolvencias, subvenciones recibidas, nuevas condiciones de financiación o renegociaciones de contratos de alquiler, entre otros.

La impactante imagen de negocios con sus puertas cerradas debido a la suspensión de toda actividad comercial durante varias semanas, excepto para las denominadas actividades esenciales, nos lleva a la conclusión de que la rotación de las existencias de los almacenes ha sido mínima y muy lenta en estas empresas. Ante esta circunstancia, muchos productos tendrán que ser deteriorados, tal como se define en la norma de valoración 10 de existencias del PGC, “cuando el valor neto realizable de las existencias sea inferior a su precio de adquisición o a su coste de producción, se efectuarán las oportunas correcciones valorativas reconociéndolas como un gasto en la cuenta de pérdidas y ganancias”. Además, las existencias que por su naturaleza sean productos más perecederos, deberán darse de baja del balance de la sociedad y registrar la pérdida definitiva.

Otro efecto negativo para las cuentas de resultados de las compañías será el deterioro de los créditos con terceros, y en consecuencia se incrementará el reconocimiento contable del gasto en concepto de provisión de insolvencias con clientes. Con la economía prácticamente cerrada, los niveles de producción y venta han caído a niveles casi de inactividad, provocando en las compañías una falta de liquidez que era imprevisible, a pesar de las medidas implantadas por las Administraciones Públicas para inyectar liquidez en el mercado, como facilitar financiación con los préstamos ICO, la capacidad de pago a proveedores de muchas empresas se ha visto mermada.

Por último, y no menos importante, esta pandemia ha tenido un gran impacto en las organizaciones de las compañías y por ende en su control interno. Si como auditores planteamos la estrategia de auditoría sin realizar una adecuada evaluación del control interno, y nos centramos únicamente en aspectos contables, la probabilidad de no identificar posibles riesgos de fraude o errores materiales en los estados financieros será elevada.

La Norma Internacional de Auditoria (NIA) – 315, define el control interno como: “el proceso diseñado, implementando y mantenido por los responsables del gobierno de la entidad, la dirección y otro personal, con la finalidad de proporcionar una seguridad razonable sobre la consecución de los objetivos de la entidad relativos a la fiabilidad de la información financiera, la eficacia y eficiencia de las operaciones, así como sobre el cumplimiento de las disposiciones legales y reglamentarias aplicables. El término “controles” se refiere a cualquier aspecto relativo a uno o más componentes del control interno.”

La concurrencia de dos hechos que han sido denominador común en el 2020, los ERTES y el teletrabajo, han podido debilitar el sistema de control interno de las empresas, al haber tenido que modificar procesos mantenidos en el tiempo y que daban una seguridad a las transacciones de la compañía.

Muchas empresas han tenido que acudir a la reducción de personal, con la fórmula de los ERTES, con el objetivo de reducir costes para poder afrontar la caída de las ventas y poder amortiguar el impacto en su cuenta de resultados. Con un menor número de recursos, la capacidad de las compañías para realizar los controles internos en toda la cadena de producción, suministro o prestación de servicios, e incluso en los departamentos administrativos y financieros, se ha visto reducida. Esta disminución del número de controles incrementa directamente cualquier tipo de riesgo empresarial, en especial aquéllos como consecuencia de la omisión de algún hecho o circunstancia relevante.

Otra realidad que han tenido que vivir las empresas, ha sido el teletrabajo, sin margen de tiempo para poder adaptarse a esta nueva realidad, se han tenido que adoptar y modificar procedimientos ya implantados, en muchos casos, incorporando las nuevas tecnologías, y dejando atrás tareas manuales y “en papel”, pero que funcionaban y daban una seguridad razonable al proceso. Esto a medio plazo será sin duda beneficioso para las entidades, pero quizás a corto plazo, la implantación de estos cambios en los procedimientos, sin haber sido evaluados previamente respecto a su eficiencia y eficacia de las operaciones, pueden poner de manifiesto nuevos riesgos de fraude o errores materiales en los estados financieros.

Si nos fijamos en los cinco componentes que forman el sistema de control interno: ambiente de control, evaluación de riesgos, actividades de control, información y comunicación, y supervisión o monitoreo; es fácil deducir que los cambios organizativos expuestos anteriormente relacionados con los ERTES y el teletrabajo, tienen una repercusión directa en los mismos.

La revisión del sistema de control interno, debe ser una prioridad en las auditorías del ejercicio 2020, aunque sea una auditoría recurrente y ya conozcamos a nuestro cliente. No podemos fiarnos de lo histórico y la nueva realidad nos obliga como auditores a valorar de nuevo el entorno de control interno, revisando los procesos diseñados e implementados por los responsables de gobierno de la entidad, con la finalidad de proporcionar una seguridad razonable sobre la fiabilidad de la información financiera. De igual forma deberemos comunicar adecuadamente, a los responsables del gobierno y a la dirección, las deficiencias en el control interno que hayamos identificado durante la realización de la auditoría de los estados financieros, según se define en la Norma Internacional de Auditoria (NIA) – 265.

En resumen, auditar las cuentas anuales de 2020 afectará a todas las fases de la auditoria, desde la planificación, replanteando los riesgos de las compañías, hasta la elaboración del propio informe, siendo necesario en muchos casos aumentar el número de horas del trabajo, y requerirá más que nunca de una mayor implicación y colaboración con los órganos de gobierno de  la empresa auditada, así como de la aplicación del juicio profesional del auditor para la valoración de los riesgos.

Desde Legalnet creemos que el servicio de auditoría va más allá de la revisión de los estados financieros, ayudando a minimizar los riesgos y maximizando la fiabilidad del negocio de nuestros clientes.

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